El hombre que proyecta hermosos edificios adquiere la fama de buen arquitecto. A la joven que sobresale en la escuela se la conoce como estudiante aplicada. Incluso quien no hace nada se gana la fama de haragán. Recalcando el valor de ganarse una buena reputación, la Biblia dice: “Vale más el buen nombre que muchas riquezas; la buena reputación es más estimable que el oro y la plata”.
La buena reputación es el resultado de muchas obras pequeñas realizadas en el transcurso del tiempo. Sin embargo, todo lo que se necesita para perderla es un acto insensato. Un solo incidente de inmoralidad sexual, por ejemplo, puede acabar con ella. En el capítulo 6 del libro bíblico de Proverbios, el rey Salomón del antiguo Israel nos previene contra las actitudes y acciones que pueden echar a perder nuestra reputación así como dañar nuestra relación con Dios. Entre estas se cuentan los compromisos irreflexivos, la pereza, el engaño y la inmoralidad sexual, en esencia, actos malos que Dios odia. Seguir este consejo nos ayuda a proteger nuestra reputación
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